En el evento, después de los agradecimientos y las presentaciones de rigor, Busteros empezó a despotricar contra Alfonso Cuarón, Guillermo Del Toro y Alejandro González Iñarritú. Decía que mientras él había decidido quedarse a trabajar en México, aquellos habían optado por hacer su obra en el extranjero, que su cine no era mexicano, etc. Yo esperaba el discurso de un artista satisfecho de su obra, que hablara de la importancia de su filme, de la censura que lo tuvo alejado de la exhibición comercial y de los alcances que tendría el lanzamiento del DVD, etc. En vez de eso encontré a un hombre resentido, dolido con el éxito ajeno. Abandoné el lugar.

Cuarón, Iñárritu y Del Toro, se fueron de México. A Estados Unidos (aparte de por una mera cuestión geográfica), para aprovechar su
talento. Porque allá el talento si vende. No hay burócratas resentidos ni colegas envidiosos que no soportan el éxito ajeno. Porque independientemente de
su origen, el talento no tiene nacionalidad. En México, el talento se acomoda y se estanca (y la mayoría de las veces se pierde) en, y por el
oficialismo.