El gran problema de la política, es que quienes la ejercen mantienen esa practica tan PRIMITIVA como inútil de juntarse en grupos en función de características tan PRIMITIVAS como inútiles.
Izquierdistas, derechistas, verdes, rojos, azules, amarillos. No ven que al ponderar esas características se filtran a sus grupos ladrones y pend... y dejan fuera a gente talentosa que les puede brindar lo que al final del día es lo único que importa: Los RESULTADOS.
Pero claro, deben escoger entre asumir la responsabilidad de brindar RESULTADOS, o toda practica que les garantice cuidar sus intereses. El enanismo mental.
Así, seguirán repitiendo el esquema histórico de la patología del poder que maneja George Orwell en su novela La Rebelión en la Granja.
Terminan, en mayor o en menor medida, por convertirse en lo que combatieron. Que todo cambie para que todo siga igual.
Ya en el poder, los políticos se alejan de la realidad o de la sociedad que representan. Al tomar decisiones importantes, no saben dimensionar las consecuencias graves que pueden traer estas y tienden a atenuarlas disfrazándolas ante sus colegas o gobernados.
El disfraz puede devenir en mentira llegando esta a ser sistemática. Entonces hablamos de desmesura o embriaguez de poder que se radicaliza si el gobernante se niega a modificar sus actos. Comienza a creerse el “todopoderoso”, el que todo lo sabe y no se rebaja a consultar con nadie ni a informarse. Empieza a cometer errores. El Síndrome de Hybris. En automático, esto ayuda a preservar una estructura cuyos sistemas (entre ellos el nepotismo y la corrupción), no permiten que haya la ruptura suficiente de paradigmas desde donde parta un cambio real.
Tal vez, y solo tal vez, esto termine cuando dejemos de tener políticos cuya visión esta en la próxima elección, y empecemos a tener estadistas cuya visión este en la próxima generación (Winston Churchill dixit)
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