domingo, 8 de noviembre de 2015

Relaciones químicas, o alquímicas

Hace unas semanas, en una conversación con una muy querida amiga, salió el tema de las relaciones amorosas. En algún momento coincidimos en que los sentimientos y las emociones en las relaciones están sobrevalorados. Yo comentaba que a veces lo importantes es lo que cada uno esté dispuesto a hacer para que una relación funcione, en función de la certeza que cada uno tenga de lo que puede significar la vida con la otra persona. En ese momento no lo mencione, pero creo que las palabras mágicas para ello son la generosidad y el agradecimiento, tanto la que cada uno puede brindar desde su naturaleza, como la que se demuestre con acciones.
Hoy quiero compartir el siguiente texto (bellísimo), que me encontré en la página de El Rincón del Tibet. Creo que tiene mucho que ver con esa conversación.

Le preguntaron al Maestro cuál era la diferencia entre la química y la alquimia en las relaciones de pareja... y contesto estas hermosas y sabias palabras:
- Las personas que buscan química son científicos del amor, es decir, están acostumbrados a la acción y a la reacción.
Las personas que encuentran la alquimia son artistas del amor, crean constantemente nuevas formas de amar.
- Los químicos aman por necesidad. Los alquimistas por elección.
- La química muere con el tiempo, la alquimia nace a través del tiempo...
- La química ama el envase. La alquimia disfruta del contenido.
- La química sucede. La alquimia se construye.
- Todos buscan química, solo algunos encuentran la alquimia.
- La química atrae y distrae a machistas y a feministas.
- La alquimia integra el principio masculino y femenino, por eso se transforma en una relación de individuos libres y con alas propias, y no en una atracción que está sujeta a los caprichos del ego.
En conclusión, dijo el Maestro mirando a sus alumnos:
- La alquimia reúne lo que la química separa. La alquimia es el matrimonio real, la química el divorcio que vemos todos los días en la mayoría de las parejas.
- La alquimia transforma
"Comencemos a construir relaciones conscientes, pues la química siempre nos hará envejecer el cuerpo, mientras la alquimia siempre nos acariciará desde adentro. Que todas nuestras relaciones sanen"

Jai Ma
Tribus Amma
*La primera imagen también fue tomada de la página de El Rincón del Tibet

jueves, 5 de noviembre de 2015

Nuestro Miedo más Profundo

 Nuestro miedo más profundo no es ser inadecuados.
Nuestro miedo mayor es nuestro poder inconmensurable.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que nos aterra.
Optar por la mezquindad no sirve al mundo,
no hay lucidez en encogerse para que los demás no se sientan inseguros junto a ti.
Nuestro destino es brillar como los niños.
No es el de unos cuantos, es el de todos;
y conforme dejamos que nuestra luz propia alumbre,
inconscientemente permitimos lo mismo en los demás.
Y al liberarnos de nuestro propio miedo,
nuestra presencia automáticamente libera a otros.


Poema de Marianne Williamson, del que Nelson Mandela hizo una adaptación que integró a su discurso como presidente electo de Sudáfrica, en 1994.

sábado, 31 de octubre de 2015

Formula 1

Desde niño me gustaron la adrenalina y la velocidad. Me hice aficionado de la Formula 1 en 1975. La seguía a través de los noticieros deportivos y del ya desaparecido diario Novedades, de donde recortaba las notas y las fotografías para hacer mis álbumes en los lo blocs Scribe para dibujo.
La primera carrera en mi memoria es el Gran Premio de Mónaco que se llevó a cabo un día después de mi cumpleaños número 12, el 11 de mayo de 1975, y fue el austriaco Niki Lauda en su Ferrari quien llegó en primer lugar. No sé si fue por que ganó, o por cómo lo definían los comentaristas deportivos (inteligente, frío, no corría riesgos innecesarios), el caso es que hice de Niki Lauda mi piloto favorito. En mi opinión, un visionario con una gran intuición.
Viví su terrible accidente en 1976 durante el Gran Premio de Alemania en el circuito de Nürburgring y las noticias sobre su carácter, determinación y voluntad, para regresar a los circuitos solo seis semanas más tarde a pesar de que, después del accidente, ya le habían administrado la extremaunción.
Viví también la excitante rivalidad que tuvo con el británico James Hunt, muy bien narrada en la película Rush: Pasión y Gloria (Ron Howard, 2013).
Ante el retiro de Niki Lauda en 1985, y quizás porque tenía las mismas características que éste, Alan Prost se convirtió en mi nuevo piloto favorito.
Así como Lauda tuvo su contraparte en James Hunt, Prost la tuvo en Ayrton Senna, con quien también tuvo una apasionante rivalidad.
Debo confesar que después de ver el documental Senna (Asif Kapadia, 2010), mi visión de ambos  cambió. Prost era un político que era piloto. Senna, un deportista que era piloto. La imagen que tenía de aquel se empequeñeció, y la que tenía de éste, se engrandeció.
Entusiasmado ante la noticia de que se volvería a correr el Gran Premio de México, me dije que tenía que estar allí. De los 7 grandes premios que se corrieron en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez entre 1986 y 1992, asistí a tres. De ellos, el único que me viene claramente a la memoria, es el de 1990 en donde me tocó ver, (al igual que a Lauda en 1975), ganar a Alan Prost, mi piloto favorito, también con la escudería Ferrari. Una experiencia que tuve la oportunidad de vivir con mi hijo Jorge que tenía entonces cuatro años.
Aun recuerdo el olor a llantas quemadas que se percibía al entrar al autódromo, y el estruendo producido por los motores que se escuchaba desde la calle.
Los autos visualmente más espectaculares eran los Lotus-John Player Special, y los Lotus-Camel, de cuando aun había patrocinio de las compañías tabacaleras. Destacaban también por su colorido los Renault-Benetton y, por supuesto, los inconfundibles Ferrari, mi escudería favorita.

Ante el retiro de Alan Prost en 1993, mis ojos voltearon, sin mucho entusiasmo, hacia el finlandés Mika Hakkinen. Los pilotos de Ferrari en esos años tampoco me atraían gran cosa. Mi antipatía por Michael Schumacher, (Lauda fue contratado como asesor técnico en Ferrari. Su primera sugerencia: contratar al alemán), hizo que mi interés en la Formula 1 en los años posteriores fuera más bien tibia.
Ante el retiro de Mika Hakkinen en 2001, el finlandés Kimi Räinkkönen (que éste año corre para Ferrari) hizo que los grandes premios volvieran a entusiasmarme. A la fecha sigue siendo mi piloto favorito.

Sería poético que en el Gran Premio de México 2015, tuviera la oportunidad de ver ganar (al igual que a Niki Lauda en 1975, y a Alan Prost en 1990), a Kimi Räinkkönen con Ferrari.

lunes, 5 de octubre de 2015

El Buscador

La vida en un viaje. Un viaje que podemos convertir en una búsqueda. Una búsqueda que nos lleve a descubrir y a conquistar.

Les comparto, del libro Cuentos para Pensar de Jorge Bucay, el relato El Buscador.

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador.
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacía la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir a los lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.

Estaba tapizada de de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban, distribuidas como al azar entre los árboles.

Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de ese paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción: “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terriblemente conmocionado.

Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que o contactó con el espanto fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio, y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
-No. Ningún familiar- dijo el buscador-
¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, qué lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano sonrió y dijo:

-Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí colgada en el cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, qué fue los disfrutado, y a la derecha, cuánto tiempo duro ese gozo.

¿Cómo y cuándo conoció a su novia?
¿Se enamoró de ella?
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?
¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?
Y después la emoción del primer beso, ¿cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?
¿Y el casamiento de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿Cuánto duró disfrutar de esas situaciones?
¿Horas? ¿Días?
Así vamos anotando en la libreta cada momento. Cuando alguien muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba.


Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido...