sábado, 31 de octubre de 2015

Formula 1

Desde niño me gustaron la adrenalina y la velocidad. Me hice aficionado de la Formula 1 en 1975. La seguía a través de los noticieros deportivos y del ya desaparecido diario Novedades, de donde recortaba las notas y las fotografías para hacer mis álbumes en los lo blocs Scribe para dibujo.
La primera carrera en mi memoria es el Gran Premio de Mónaco que se llevó a cabo un día después de mi cumpleaños número 12, el 11 de mayo de 1975, y fue el austriaco Niki Lauda en su Ferrari quien llegó en primer lugar. No sé si fue por que ganó, o por cómo lo definían los comentaristas deportivos (inteligente, frío, no corría riesgos innecesarios), el caso es que hice de Niki Lauda mi piloto favorito. En mi opinión, un visionario con una gran intuición.
Viví su terrible accidente en 1976 durante el Gran Premio de Alemania en el circuito de Nürburgring y las noticias sobre su carácter, determinación y voluntad, para regresar a los circuitos solo seis semanas más tarde a pesar de que, después del accidente, ya le habían administrado la extremaunción.
Viví también la excitante rivalidad que tuvo con el británico James Hunt, muy bien narrada en la película Rush: Pasión y Gloria (Ron Howard, 2013).
Ante el retiro de Niki Lauda en 1985, y quizás porque tenía las mismas características que éste, Alan Prost se convirtió en mi nuevo piloto favorito.
Así como Lauda tuvo su contraparte en James Hunt, Prost la tuvo en Ayrton Senna, con quien también tuvo una apasionante rivalidad.
Debo confesar que después de ver el documental Senna (Asif Kapadia, 2010), mi visión de ambos  cambió. Prost era un político que era piloto. Senna, un deportista que era piloto. La imagen que tenía de aquel se empequeñeció, y la que tenía de éste, se engrandeció.
Entusiasmado ante la noticia de que se volvería a correr el Gran Premio de México, me dije que tenía que estar allí. De los 7 grandes premios que se corrieron en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez entre 1986 y 1992, asistí a tres. De ellos, el único que me viene claramente a la memoria, es el de 1990 en donde me tocó ver, (al igual que a Lauda en 1975), ganar a Alan Prost, mi piloto favorito, también con la escudería Ferrari. Una experiencia que tuve la oportunidad de vivir con mi hijo Jorge que tenía entonces cuatro años.
Aun recuerdo el olor a llantas quemadas que se percibía al entrar al autódromo, y el estruendo producido por los motores que se escuchaba desde la calle.
Los autos visualmente más espectaculares eran los Lotus-John Player Special, y los Lotus-Camel, de cuando aun había patrocinio de las compañías tabacaleras. Destacaban también por su colorido los Renault-Benetton y, por supuesto, los inconfundibles Ferrari, mi escudería favorita.

Ante el retiro de Alan Prost en 1993, mis ojos voltearon, sin mucho entusiasmo, hacia el finlandés Mika Hakkinen. Los pilotos de Ferrari en esos años tampoco me atraían gran cosa. Mi antipatía por Michael Schumacher, (Lauda fue contratado como asesor técnico en Ferrari. Su primera sugerencia: contratar al alemán), hizo que mi interés en la Formula 1 en los años posteriores fuera más bien tibia.
Ante el retiro de Mika Hakkinen en 2001, el finlandés Kimi Räinkkönen (que éste año corre para Ferrari) hizo que los grandes premios volvieran a entusiasmarme. A la fecha sigue siendo mi piloto favorito.

Sería poético que en el Gran Premio de México 2015, tuviera la oportunidad de ver ganar (al igual que a Niki Lauda en 1975, y a Alan Prost en 1990), a Kimi Räinkkönen con Ferrari.

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