Tuve la oportunidad de
conocer Felipe Cazals en un seminario de directores que cursé hace unos
años en el Centro Nacional de las Artes en el cual también participaron Sergio
Olhovich y Luis Mandoki, entre otros.
Director
de gran influencia y trascendencia, Cazals es autor de una de las
cinematografías más polémicas de México.
Nos ha
entregado tres de las más importantes cintas del cine mexicano: Canoa y Las
Poquianchis (basadas en hechos reales), y El Apando, que retrata el Palacio de Lecumberri, una de
las cárceles más obscuras del sistema
penitenciario mexicano heredado por
Porfirio Díaz; dramas históricos como La Güera Rodríguez sobre María Ignacia
Rodríguez de Velasco, personaje de la Independencia de México, y Su Alteza Serenísima , en la que nos
presenta los últimos días del general Antonio López de Santa Ana. También nos ha contado historias que retratan
las debilidades del sistema judicial mexicano como el drama social Los Motivos
de Luz y el documental dramatizado Digna… hasta el último aliento sobre la
muerte de Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos.
Es, para
mí, uno de los directores de los que hay que ver todas sus películas, aunque
sean filmes pos ficheras como Burbujas de Amor y Desvestidas y Alborotadas, o
populacheras como Rigo es Amor.En 2006 estrena Las Vueltas del Citrillo (sorprende la actuación de José María Yazpik) drama que se desarrolla en buena parte en la pulquería que da título a la cinta y cuya historia integra elementos de realismo fantástico y realismo mágico. En los diálogos se recurre a expresiones de la época así como a refranes y dichos populares.
En sus últimas dos películas, Cazals nos vuelve a entregar su cine: gran contenido social e histórico y excelente en la puesta en escena y la dirección de actores. Basadas en personajes históricos que no figuran en la historia oficial. Ambos de la revolución. Ambos jóvenes, y ambos dispuestos a dar su vida por lograr sus objetivos y sus ideales.
En la primera nos narra la historia de Chicogrande, personaje encargado de conseguir un médico para Pancho Villa, herido tras la frustrada invasión a Columbus.
Ayer tuve oportunidad de ver la segunda, El Ciudadano Buelna, basada en la historia de Rafael Buelna, un joven que a los 20 años tomó las armas para pelear contra Porfirio Díaz y, a los 24, enfrentó y apresó a Álvaro Obregón. A diferencia de muchos personajes de la revolución, Buelna luchó también por mantener los ideales de la misma.
Como en
Bajo la Metralla, Cazals nos muestra como los movimientos, guerrilleros o
sociales, terminan por corromperse desde
adentro y como prevalecen los personajes que
responden a intereses por encima de los que intentan cimentarlos en los
ideales y objetivos desde los que surgieron. La Independencia, La Revolución, el 68, el
Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, el CGH y últimamente el yo soy 132. Escojan uno. La historia se repite y nosotros no aprendemos nada.
Así como
se extrañan personajes históricos como Rafael
Buelna, también se extrañan directores con el compromiso social de
Cazals, que nos entreguen no solo películas de calidad, sino verdaderos
documentos cinematográficos e históricos, y no cine palomero dirigido al
sentido aspiracional de un público cada
vez más adaptado a una sociedad profundamente enferma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario