domingo, 7 de abril de 2013

Janireth Giuliana


Mujer, irías a ser muda, que Dios te dio esos ojos.

Vicente Huidobro


Hoy, en el lugar al que fui a desayunar,  conocí a una persona de las que se ven pocas veces. La señorita que me atendió es una agradable mujer de enormes ojos negros que hacen juego con su cabello, negrísimo también. Ambas cosas contrastan con su sonrisa blanquísima, igualmente hermosa.
Por qué llamó mi atención? Si tú vas a un parque no te sorprende ver personas paseando a sus perros, o vestidas con pants haciendo ejercicio. A matrimonios paseando o jugando con sus pequeños, o a parejas tomados de la mano, intercambiando caricias y atenciones.  Pero si viéramos en este parque a una persona vestida para esquiar en nieve? O a un tigre? A un oso polar? Que tal a alguien sentado en un escritorio trabajando? Simple, nos llamarían la atención, estarían fuera de lugar; sobresaldrían y desentonarían con el entorno.
Pues bien, lo mismo sucede con Janireth Giuliana. Sobresale de sus compañeras. Tiene una cierta gracia y distinción que no son comunes. Un aire de dignidad  que la hace desentonar, estar fuera de lugar. Hay algo de elegancia en la manera como hace su trabajo. Se agradece que existan personas así y ojalá las hubiera en todas las profesiones. Le comenté que en ocasiones conozco personas o situaciones que me inspiran a escribir sobre ellas. De las que vale la pena dejar registro, aunque las personas jamás lo sepan. Como la de hoy, en la que una señora platicaba con su hermano, anciano ya, con una devoción que pocas veces se ve. Le cantaba y le detallaba lugares que venían a la charla. Personas y situaciones únicas. Como esos hermanos. Como Janireth Giuliana. Yo por mi parte dejare registro aquí de esa charla y le escribiré el poema que le prometí a Janireth Giuliana. Expresarle en palabras lo que ella expresa con su presencia

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