jueves, 4 de mayo de 2017

Primera Comunión

De visita en casa de su tía Leonor (la única que junto con su padre lo consentía), se enteró que Samuel, hijo de su prima Gabriela, haría la primera comunión. Expresó su gusto y felicitó al niño.
- De hecho, hemos pensado en ti para que seas el padrino -
Agradeció la invitación, pero se excusó manifestando que no le agradaba adquirir ese tipo de compromisos.
- Además sabes que soy ateo -
Su tía se unió a la insistencia:
- Pero somos familia. No le dirás que no a la familia...
Guardó silencio e incómodo les dijo que lo pensaría.
Al llegar a su casa mas tarde, su madre lo recibió con un "¿cómo qué no quieres apadrinar a tu sobrino en su primera comunión?".
Le respondió lo mismo que a su prima, que no le gustaba adquirir ese tipo de compromisos y abundó:
- Además, siendo ateo, no se si sea lo más adecuado. Hasta donde sé el padrino debe ser creyente. Su responsabilidad es guiar al ahijado por el camino del catolicismo. Obviamente no soy el indicado -
Siguieron semanas de llamadas de su prima y de su tía insistiendo en el tema. Al complot se unieron su hermana y su madre. Le pidieron que aceptara, que era una deferencia que no podía rechazar.
Lo estuvo pensando por días, pero a su aversión por los compromisos familiares y a su condición de ateo, se sumaba el ruido que le hacía el que su prima y su tía no se llevaran bien. Ninguna de las dos perdían la oportunidad de hablar mal de la otra. Cuando las visitaba le tocaba escuchar lo que cada una le decía de la otra cuando se quedaba a solas con ellas.
Finalmente dada la presión, pero principalmente por su sobrino, aceptó. Se puso de acuerdo con su prima para ir a comprar el ajuar y demás accesorios para la ceremonia, la cual sería el la iglesia de
ubicada en Gabriel Mancera en la colonia Del Valle.
Ya en la iglesia pensó en arrepentirse cuando, en plena ceremonia y frente al altar, su tía y su prima comenzaron a discutir. Pero decidió que, con todo en marcha, disfrutaría de la alegría de su sobrino. Al terminar la ceremonia hubo una comida en casa de su tía.
Antes de aceptar el compromiso visitaba a su tía cada ciertos años. Las cosas no cambiaron. Por supuesto no guió a Samuel por el camino del catolicismo y éste tampoco mostró mucho interés en ponerse en contacto con él. Pensó que era un caso más en el que las formas están por encima del fondo.
Muchos años después, ya adulto Samuel, llamó a su tía para saludarla y saber como estaba. Contestó su prima.
- ¡Oye, estoy muy enojada contigo! -
- Ehhh. ¿Puedo saber por qué? -
- ¿Por qué no me dijiste que eras ateo? ¡Ahora resulta que la primera comunión de Samuel no vale! ¡Tendrá qué hacerla otra vez! -
No se sintió con ánimo de discutir.
- ¿Me comunicas con mi tía?...

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