domingo, 26 de febrero de 2017

Rodrigo Prieto (2)

En mi opinión es su trabajo con Martin Scorsese el que termina por posicionarlo como uno de los mejores cinefotógrafos de su generación y da solidez a su reconocimiento en Hollywood.
En 2013 fotografió para el famoso director neoyorquino The wolf of Wall Street, que narra el auge en los 80 y caída en los 90 de Jordan Belfort un bróker que, en medio de todo tipo de excesos, se hizo millonario mediante la estafa y la especulación financiera gracias a su diabólica y genial habilidad para vender humo. Por su trabajo en ésta cinta Leonardo Di Caprio, su actor fetiche, ganó el Óscar al mejor actor (aunque se lo entregaron hasta un año después por The revenant).
En 2015 hizo, con el mismo Scorsese, The audition, un corto de 16 minutos protagonizado por Robert De Niro y Leonardo Di Caprio en versiones ficticias de sí mismos. Narra un viaje que hacen a través de Asia y la competencia entre ellos para un posible papel en la próxima película de Scorsese. Brad Pitt hace un cameo, también en una versión ficticia de sí mismo.
Filmada en Taiwan, Silence, la nueva producción de Martin Scorsese que gira en torno a la fe y la religión, le valió a Rodrigo Prieto su segunda nominación al Óscar. Es la historia de dos misioneros portugueses del siglo XVII que emprenden un peligroso viaje rumbo a Japón en busca del padre Christavao Ferreira, si guía y mentor, quien desapareció durante un viaje al lejano oriente para llevar la palabra de Dios.
Basada en la multipremiada novela homónima de Shusaku Endo escrita en 1966, hace un profundo análisis sobre el eterno conflicto espiritual y religioso acerca de la existencia de Dios y del silencio que aparentemente guarda frente al sufrimiento de la humanidad. Durante muchos años Scorsese luchó por llevar la historia a la pantalla grande.
Uno de los grandes retos que enfrentó Rodrigo Prieto en la iluminación fue la continuidad por los constantes cambios de clima, que conllevaron a modificaciones en la condición de la luz. La producción fue muy cuidadosa en la investigación del periodo histórico en la que está ambientada y se aseguró de que las lámparas de aceite y antorchas fueran realmente de la época.
La cinta también cuenta con escenas iluminadas puramente con veladoras.
Prieto regresó al uso del formato en 35 mm para el look visual del filme.
La cinta está protagonizada por Andrew Garfield y Liam Neeson.
El próximo junio, Rodrigo Prieto volverá a trabajar con Martin Scorsese en su regreso al cine de gangsters para la filmación de The irishman, con Robert De Niro, Harvey Keitel y Al Pacino. Los dos primeros protagonizaron las primeras películas de Marty, como también se conoce al realizador, en la década de los 70.

Si ésta noche la Academia de las Artes  y Ciencias Cinematográficas considera que Silence se filmó en 35 mm y que requirió un verdadero trabajo artístico en cuanto al trabajo de iluminación, Rodrigo Prieto debe llevarse el Óscar. El cuarto consecutivo para un mexicano…

sábado, 25 de febrero de 2017

Rodrigo Prieto (1)

La primera vez que supe de Rodrigo Prieto, fue cuando vi Solo con tu pareja (Alfonso Cuarón,1991). Tenía la costumbre de permanecer en el cine hasta el final de los créditos, mi forma de homenajear a todos los que participan en la creación de una película. Rodrigo Prieto aparece como director y fotógrafo de la segunda unidad. Es heredero de la tradición mexicana de buenos fotógrafos desde Manuel y Lola Álvarez Bravo hasta Emmanuel “El Chivo” Lubezki, pasando por Gabriel Figueroa.
Si bien su trabajo puede considerarse poco consistente, ha sido muy constante y variado en cuanto a temáticas y estilos de directores.

En 1996 hizo Sobrenatural, su primer largometraje de la mano del director Daniel Gruener, seguido de Edipo alcalde del colombiano Jorge Alí Triana el mismo año.
En 1998, hace Un embrujo de Carlos Carrera y Fibra óptica de Francisco Athie.
Su lanzamiento internacional llegó de la mano de Alejandro González Irrárritu con su Opera Prima Amores perros (2000),
También trabajó con “El Negro” en 21 gramos (2003), Babel (2006) y Biutiful (2010).
En 2001 hizo Diez historia cortas de amor, Rodrio García y Pecado original de Michael Cristofer.

En 2002 trabajó con Spike Lee en La hora 25, con Curtis Hanson en 8 Mile sobre la vida del rapero Eminem, y con Julie Taymor en Frida, con Salma Hayek como la pintora mexicana Frida Khalo.
En 2003 fotografió para Oliver Stone los documentales Persona non grata, acerca de Yasser Arafat y Comandante, sobre Fidel Castro. En 2004, con el mismo Stone hizo el filme Alexander (2004) que narra la vida de Alejandro Magno.

Su primera nominación al premio Óscar la obtuvo con la multipremiada Brokeback mountain (2005) de Ang Lee, con quien también hizo Deseo, peligro (2007).
Le siguieron, en 2009 State of play de Kevin Macdonald y Los abrazos rotos de Pedro Almodóvar.
En  2011 trabajó en dos producciones  más, We bought a Zoo de Cameron Crowe, y Agua para elefantes de Martin Lawrence.
En 2012 hizo la sorprendente Argo, del sorprendente (como director) Ben Affleck, ganadora del Óscar a mejor película.
En 2014 trabajó con Tommy Lee Jones en The Homesman, y en 2016 hizo Passengers de Morten Tyldum.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Estela

A sus 20 años aún no sabía que lo que buscaba en una pareja era una madre y no una mujer, así que ninguna fructificaba en una relación estable. Ellas no buscaban un hijo sino un hombre.
Por eso sus relaciones eran con mujeres mayores.
Por eso eran efímeras.
Por eso llegó Estela a su vida.
Con ella llegó también una de las lecciones más grandes que un hombre puede recibir sobre las mujeres.
Diez años mayor que él, fue ella quien puso las reglas.
-No quiero una relación romántica- le dijo. -será solo sexo. Nada de invitaciones a comer, al cine, a comer, o a pasear.
Él se instaló cómodamente en esas condiciones.
La relación funcionó algunos meses. Estela lo visitaba en su casa, o él pasaba por ella a su oficina e iban a un discreto motel en Azcapotzalco. Con el tiempo, él comenzó a aburrirse de la rutina encontrase-coger-despedirse, y empezó a verla con el fastidio de quien trabaja en un empleo que odia.
Además Estela comenzó a hacer peticiones que contravenían sus propias reglas: ‘caminemos un poco’ ‘acompáñame a hacer una compras’ ‘llévame a mi casa’. Así que no pudo evitar ver señales de alerta cuando un día en que la llevó a su casa, le pidió que pasara, le presentó a su madre y a su hija, con quienes vivía, y lo invitó a sentarse a la mesa para cenar.
A partir de allí la relación se fue diluyendo y terminó por romperse cuando en una ocasión que él tenía muchos deseos de estar con ella, Estela le pidió que fueran primero a tomar un café. Aceptó a regañadientes, pero siguió insistiendo en que fueran al motel. Estela pidió esperar un poco más, pero ante su empeño, le dio un no definitivo.
-          - Si en estos momentos aceptara ir contigo, solo sería para llenar tu ego.
Él estalló en sonora carcajada y respondió:
-          - Corazón, el único ego que yo tengo es intelectual, y para que lo llenes está cabrón.
Una bofetada, una mentada de madre y un café tibio en el rostro, fueron la despedida de Estela.
Se quedó pensando, ante las miradas indiscretas de los ocupantes de otras mesas, que Estela lo había aceptado en su vida por la hormona, y pretendió escalar la relación a partir de allí, desde lo más elemental e instintivo. Él creía que era al revés.
Lección aprendida…

martes, 21 de febrero de 2017

Martín

Bajo de estatura, Martín Retana le hacía pensar en aquella frase atribuida a Napoleón Bonaparte que dice que la grandeza de los hombres no se mide de la cabeza al suelo sino de la cabeza al cielo.
De personalidad extrovertida, manejaba un humor entre la ironía y el sarcasmo.
Recordaba, divertido, dos anécdotas: la vez que se quedó a trabajar hasta tarde con Martín, éste repetía una y otra vez la canción ‘Igual que ayer’, de Los Enanitos Verdes, y la vez que le confesó su amor por la cantante Paulina Rubio, integrante del grupo Timbiriche, de moda en los 80. Su fervor llegaba al grado de rondar el gimnasio al que ella asistía, solo para mirarla y admirarla.
Orgulloso de su origen universitario, era un idealista y gran defensor de las causas sociales. Fue activista en el movimiento universitario que dio origen al Consejo General de Huelga (CGH), en 1999.
El tema fue motivo de algunos debates entre ambos.
En uno de ellos, él argumentaba a Martín, que ese tipo de movimientos no surgían desde el estudiantado. Opinaba que eran creados y manejados por los partidos políticos y/o por las autoridades universitarias. Individualista como era, también creía que no había en los líderes un fin más allá de sus intereses personales.
Él mismo había participado en algunas marchas, plantones y guardias en los viejos días en CCH.
La emoción con la que Martín hablaba del movimiento, le hizo recordar con nostalgia como las guardias con sus camaradas se convertían en tertulias intelectuales donde lo mismo se discutía sobre Marx y Bakunin, que sobre la trova latinoamericana. Mercedes Sosa, Víctor Jara, y los cubanos Pablo Milanés y Silvio Rodríguez eran algunos de los cantautores que escuchaban en aquellas frías madrugadas.
Un día Martín lo invitó, entusiasmado, a una guardia nocturna que haría en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Al llegar y mientras lo saludaba con un abrazo, no pudo evitar estallar en sonora carcajada. El grupo en la guardia, del movimiento más grande del que se tenga memoria desde el 68 cantaba, a la luz de una fogata, canciones del grupo Timbiriche. Y eran, por supuesto, las interpretadas por Paulina Rubio…

lunes, 6 de febrero de 2017

A...

Adoro la natural sencillez de su rostro sin artificio.
Adoro su gesto de sonrisa contenida.
Adoro su mirada ingenua,
que parece ignorar lo que inspira.

Adoro la luminosidad de su sonrisa.
El sonido de su risa.
Adoro su andar de niña.
Seguro y firme.


Adoro su extrañeza en el mundo,
que la convierte en parte del mío.
Adoro su brazo en el mío.
Sutil caricia.

Adoro sus labios, repartiendo besos cuando hablan.
Adoro su aliento en el que flotan sus palabras.
Adoro su voluntad de mujer libre.
La adoro

domingo, 5 de febrero de 2017

"El Compa"

Odiaba su nombre, así que cuando le preguntaban cómo se llamaba, lo recitaba completo, como en la escuela: Avelino González Antonio. Todos pensábamos que se llamaba Antonio. Toño, le
decíamos.
De origen oaxaqueño, su papá tenía peseros en una ruta por el rumbo de San Ángel. Eventualmente el “Compa” hacía viajes, los fines de semana, a sus paisanos al terruño. Cuando había espacio nos invitaba a ir con él. Nos apuntábamos Miguel, Juan, Saúl, Víctor y yo.
Excelente conductor, viajar con él (viajábamos de noche), era como estar dormido en tu cama.
En uno de esos viajes conocimos a un grupo de muchachas. Una de ellas nos invitó a comer a su casa. Sirvieron mole negro, mezcal con sal de gusano y de botana, chapulines asados. Fue la primera y única vez que los comí. Al despedirnos quedamos de pasar por ellas en la noche para ir a bailar a la discoteca del Hotel Victoria.
Al escoger pareja y como siempre, Miguel (güero de ojo verde) se quedó con la más guapa. A mi tocó “Benito Bodoque”, como bautizaron a mi pareja. Era una chica bajita, simpática y de gran sensibilidad.
En otra ocasión llegamos en pleno festejo de la Virgen de la Asunción. Mientras comíamos una nieve en la plaza principal, nos toco ver el desfile y algunos coloridos bailables. De pronto, cayó sobre algunos de nosotros una red. Asustado, me zafé como pude y corrí a reunirme con los demás.
Por la noche contamos la anécdota a nuestros anfitriones.
-¡Que suertudos!- dijo uno de ellos.
-¿Por qué?- pregunté.
-Es tradición que el padre de una chica casadera, arroje la red al muchacho que le guste para su hija, y significa que podrá ser su pareja en la fiesta de ésta noche. Dependiendo de lo que suceda en el baile, puede surgir un compromiso.

La respuesta me dejó asombrado y me arrepentí de haber escapado de la red. Quizá hoy viviría en Oaxaca…