miércoles, 18 de diciembre de 2013


Hoy quiero compartir un pasaje de El Amor en los Tiempos del Cólera, novela de Gabriel García Márquez, que me parece profundamente hermoso y de un humor delicioso.

...El doctor Urbino la encontró sentada frente al tocador, (a su esposa) bajo las aspas lentas del ventilador eléctrico, poniéndose el sombrero de campana con un adorno de violetas de fieltro. El dormitorio era amplio y radiante, con una cama inglesa protegida por un mosquitero de punto rosado, y dos ventanas abiertas hacia los árboles del patio por
donde se metía el estruendo de las chicharras aturdidas por presagios de lluvia. Desde el regreso del viaje de bodas, Fermina Daza escogía la ropa de su marido de acuerdo con el tiempo y la ocasión, y la ponía en orden sobre una silla desde la noche anterior para que la encontrara lista cuando saliera del baño. No recordaba desde cuándo empezó también a ayudarlo a vestirse, y por último a vestirlo, y era consciente de que al principio lo había hecho por amor, pero desde unos cinco años atrás tenía que hacerlo de todas maneras porque él no podía vestirse por sí solo. Acababan de celebrar las bodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez. Ni él ni ella podían decir si esa servidumbre recíproca se fundaba en el amor o en la comodidad, pero nunca se lo habían preguntado con la mano en el corazón, porque ambos preferían desde siempre ignorar la respuesta. Ella había ido descubriendo poco a poco la incertidumbre de los pasos de su marido, sus trastornos de humor, las fisuras de su memoria, su costumbre reciente de sollozar dormido, pero no los identificó como los signos inequívocos del óxido final, sino como una vuelta feliz a la infancia. Por eso no lo trataba como a un anciano difícil sino como a un niño senil, y aquel engaño fue providencial para ambos porque los puso a salvo de la compasión.

Otra cosa bien distinta habría sido la vida para ambos, de haber sabido a tiempo que era más fácil sortear las grandes catástrofes matrimoniales que las miserias minúsculas de cada día. Pero si algo habían aprendido juntos era que la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada. Fermina Daza había soportado de mal corazón, durante años, los amaneceres jubilosos del marido. Se aferraba a sus últimos hilos de sueño para no enfrentarse al fatalismo de una nueva mañana de presagios siniestros, mientras él despertaba con la inocencia de un recién nacido: cada nuevo día era un día más que se ganaba. Lo oía despertar con los gallos, y su primera señal de vida era una tos sin son ni ton que parecía a propósito para que también ella despertara. Lo oía rezongar, sólo por inquietarla, mientras buscaba a tientas las pantuflas que debían de estar junto a la cama. Lo oía abrirse paso hasta el baño tantaleando en la oscuridad. Al cabo de una hora en el estudio, cuando ella se había dormido de nuevo, lo oía regresar a vestirse todavía sin encender la luz. Alguna vez, en un juego de salón, le preguntaron cómo se  definía a sí mismo, y él había dicho: “Soy un hombre que se viste en las tinieblas”. Ella lo oía a sabiendas de que ninguno de aquellos ruidos era indispensable, y que él los hacía a propósito fingiendo lo contrario, así como ella estaba despierta fingiendo no estarlo. Los motivos de él eran ciertos: nunca la necesitaba tanto, viva y lúcida, como en esos minutos de zozobra.

No había nadie más elegante que ella para dormir, con un escorzo de danza y una mano sobre la frente, pero tampoco había nadie más feroz cuando le perturbaban la sensualidad de creerse dormida cuando ya no lo estaba. El doctor Urbino sabía que ella permanecía pendiente del menor ruido que él hiciera, y que inclusive se lo habría agradecido, para tener a quien echarle la culpa de despertarla a las cinco del amanecer. Tanto era así, que en las pocas ocasiones en que tenía que tantear en las tinieblas porque no encontraba las pantuflas en el lugar de siempre, ella decía de pronto con voz de entresueños: “Las dejaste anoche en el baño”. Enseguida, con la voz despierta de rabia, maldecía:

-La peor desgracia de esta casa es que no se puede dormir.

Entonces se volteaba en la cama, encendía la luz sin la menor clemencia consigo misma, feliz con su primera victoria del día. En el fondo era un juego de ambos, mítico y perverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres peligrosos del amor domesticado. Pero fue por uno de esos juegos triviales que los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño.

Empezó con la simplicidad de rutina. El doctor Juvenal Urbino había regresado al dormitorio, en los tiempos en que todavía se bañaba sin ayuda, y empezó a vestirse sin encender la luz. Ella estaba como siempre a esa hora en su tibio estado fetal, los ojos cerrados, la respiración tenue, y ese brazo de danza sagrada sobre la cabeza. Pero estaba a medio sueño, como siempre, y él lo sabía. Al cabo de un largo rumor de almidones de linos en la oscuridad, el doctor Urbino habló consigo mismo:

-Hace como una semana que me estoy bañando sin jabón -dijo.

Entonces ella acabó de despertar, recordó, y se revolvió de rabia contra el mundo, porque en efecto había olvidado reponer el jabón en el baño. Había notado la falta tres días antes, cuando ya estaba debajo de la regadera y pensó reponerlo después, pero después lo olvidó hasta el día siguiente. Al tercer día le había ocurrido lo mismo. En realidad no había transcurrido una semana, como él decía para agravarle la culpa, pero sí tres días imperdonables, y la furia de sentirse sorprendida en falta acabó de sacarla de quicio. Como siempre, se defendió atacando:

-Pues yo me he bañado todos estos días -gritó fuera de sí- y siempre ha habido jabón.

Aunque él conocía de sobra sus métodos de guerra, esa vez no pudo soportarlos. Se fue a vivir con cualquier pretexto profesional en los cuartos de internos del Hospital de la Misericordia, y sólo aparecía en la casa para cambiarse de ropa al atardecer antes de las consultas a domicilio. Ella se iba para la cocina cuando lo oía llegar, fingiendo hacer cualquier cosa, y allí permanecía hasta sentir en la calle los pasos de los caballos del coche. Cada vez que trataron de resolver la discordia en los tres meses siguientes, lo único que lograron fue atizarla. Él no estaba dispuesto a volver mientras ella no admitiera que no había jabón en el baño, y ella no estaba dispuesta a recibirlo mientras él no reconociera haber mentido a conciencia para atormentarla.

El incidente, por supuesto, les dio oportunidad de evocar otros, muchos otros pleitos minúsculos de otros tantos amaneceres turbios. Unos resentimientos revolvieron los otros, reabrieron cicatrices antiguas, las volvieron heridas nuevas, y ambos se
asustaron con la comprobación desoladora de que en tantos años de lidia conyugal no habían hecho mucho más que pastorear rencores. Él llegó a proponer que se sometieran juntos a una confesión abierta, con el señor arzobispo si era preciso, para que fuera Dios quien decidiera como árbitro final si había o no había jabón en la jabonera del baño. Entonces ella, que tan buenos estribos tenía, los perdió con un grito histórico:

-¡A la mierda el señor arzobispo!

El improperio estremeció los cimientos de la ciudad, dio origen a consejas que no fue fácil desmentir, y quedó incorporado al habla popular con aires de zarzuela: “¡A la mierda el señor arzobispo!”. Consciente de que había rebasado la línea, ella se anticipó a la reacción que esperaba del esposo, y lo amenazó con mudarse sola a la antigua casa de su padre, que todavía era suya, aunque estaba alquilada para oficinas públicas. No era una bravata: quería irse de veras, sin importarle el escándalo social, y el marido se dio cuenta a tiempo. Él no tuvo valor para desafiar sus prejuicios: cedió. No en el sentido de admitir que había jabón en el baño, pues habría sido un agravio a la verdad, sino en el de seguir viviendo en la misma casa, pero en cuartos separados, y sin dirigirse la palabra. Así comían, sorteando la situación con tanta destreza que se mandaban recados con los hijos de un lado al otro de la mesa, sin que éstos se dieran cuenta de que no se hablaban. Como en el estudio no había baño, la fórmula resolvió el conflicto de los ruidos matinales, porque él entraba a bañarse después de haber preparado la clase, y tomaba precauciones reales para no despertar a la esposa. Muchas veces coincidían y se turnaban para cepillarse los dientes antes de dormir. Al cabo de cuatro meses, él se acostó a leer en la cama matrimonial mientras ella salía del baño, como ocurría a menudo, y se quedó dormido. Ella se acostó a su lado con bastante descuido para que despertara y se fuera. Él despertó a medias, en efecto, pero en vez de levantarse apagó la veladora y se acomodó en su almohada. Ella lo sacudió por el hombro para recordarle que debía irse al estudio, pero él se sentía tan bien otra vez en la cama de plumas de los bisabuelos, que prefirió capitular:

-Déjame aquí -dijo-. Sí había jabón...



El Amor en los Tiempos del Cólera
Gabriel García Márquez
RBA Editores
PP 41-45

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Alfonso Cuarón (Final)

Niños del Hombre

Después de una pausa Cuarón regresa a trabajar  con Emmanuel Lubezki como director de fotografía en esta adaptación de la novela de P. D. James, Children of Men.

Cinta futurista, plantea un mundo arrasado por guerras, terrorismo, contaminación y en el cual el ser humano ha perdido la capacidad de procrear. La única esperanza es una joven negra embarazada quien es disputada por dos grupos, uno que la protege por considerarla la nueva esperanza de la humanidad y otro que quiere utilizarla como arma política.

Destaca la atmósfera opresiva, la fotografía cámara en mano y la referencia cultural-religiosa a México cuando colocan en la cabeza del cadáver de Julian (Julianne Moore) una medalla con la imagen de la virgen de Guadalupe. También hay referencias a la portada del álbum Animals de Pink Floyd y a La Rebelión en la Granja, novela de George Orwell.

Fue nombrada por la revista Rolling Stone como el segundo mejor filme de la década solo detrás de There Will be Blood (Paul Thomas Anderson, 2007), y nominada a los premios Oscar por mejor guión adaptado, mejor montaje y mejor fotografía.

 
Gravedad

La última entrega de Cuarón es una cinta de ciencia ficción y suspenso, visual y técnicamente impresionante.

El guion fue escrito por el propio Cuarón en colaboración con su hijo Jonás. Además, vuelve a hacer mancuerna con el “Chivo”, Emmanuel Lubezki en la fotografía (trabajo por el cual seguramente recibirá su sexta nominación al Oscar). La película abrió la última edición del Festival de Cine de Venecia.

La cinta puede verse, aunque en mi opinión se queda corta, como un discurso filosófico sobre la soledad y el vacío provocado por la pérdida;  acerca de la esperanza,  y el reencuentro con uno mismo; sobre cómo, después de  la tragedia (el personaje de George Clooney perdido en el espacio), la doctora Stone renace para superar tanto la pérdida de su pequeña hija años atrás, como la adversidad de encontrarse sola en el espacio, y enfrentar el reto que significará regresar a su planeta. Una metáfora del vacío existencial en el que está inmersa la humanidad, con un progreso tecnológico impresionante que, paradójicamente, nos ha alejado de las personas.

En la película  se oye una conversación que sostiene la dra.  Ryan Stone (Sandra Bullock) con un pescador groenlandés llamado Anningaaq que intercepta una de sus transmisiones. Cuarón  filmó el cortometraje Aningaaq, que presenta la conversación desde la perspectiva del pescador.[]

En mi opinión es una de las dos mejores películas del espacio (la otra, adivinaron, es 2001, Odisea del Espacio (Stanley Kubrick. 1968),  y será ganadora de varios premios Oscar.

Además, con Gravedad, Cuarón nos regresa el cine que hay que ver en el cine; en las grandes pantallas (como en los cines de antaño; Paris, Roble, Latino), sustituidas hoy por los grandes formatos como el IMAX.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Alfonso Cuarón (Parte 2)

Y Tú Mamá También

En su siguiente película, Y tu Mamá También (2001), Cuarón  filma un guión escrito por él mismo y su hermano Carlos. En este drama juvenil erótico protagonizado por Diego Luna,  Gael García Bernal y la actriz española Maribel Verdú, Cuarón vuelve a enfrentar (como en Grandes Esperanzas) personajes de distintos estratos sociales en una apología a la amistad cultivada por Tenoch y Julio desde niños y cortada abruptamente por los prejuicios machistas (en una escena se besan en la boca y en la siguiente amanecen en la misma cama, juntos, desnudos), o por la incapacidad de fundamentarla en algo más que el desmadre.
 Cuarón hace un guiño a la historia de México con los apellidos de sus personajes: Huerta, Zapata, Carranza, Morelos, Iturbide y,  en una metáfora a la historia de la conquista, el personaje de Maribel Verdú, español y de apellido Cortés, conquista no solo a los jóvenes, sino también su libertad a través de su huída con los adolescentes, y aun a través de su trágica muerte por cáncer. En la escena de la boda, aparece Jorge Vergara (dueño de las Chivas del Guadalajara y socio de Cuarón en Anhelo Producciones) como el presidente, aunque solo se ve de espaldas
Fue nominada al Oscar por mejor guión original.

Harry Potter y el Prisionero de Azkabán (2004)

 Alfonso Cuarón llega a la franquicia de Harry Potter gracias, por un lado, a la recomendación y aliento de Guillermo Del Toro, quien se negó a dirigir la tercera parte de la saga (“Yo dirijo a mis propios monstruos”), y por otro, a su trabajo con niños y adolescentes en La Princesita y en Y tú Mamá También, cintas  que fueron del agrado de la autora de los libros del famoso mago.

Cuarón se concentró en abordar el tema de la adolescencia, en la maduración psicológica y sexual de los protagonistas, y en la búsqueda de identidad propia de esa etapa. Logra darle un toque de humor, así como un tono más oscuro a la historia, lo cual fue alabado por la crítica. Para la autora J. K. Rowling fue, en su momento, su adaptación favorita.

Cuarón no se resistió a dejar su sello mexicano en la película. En la escena de la tienda de dulces Honeydukes, se pueden ver cientos de calaveritas de azúcar; al dejar a Harry y Hermione después de liberar a Sirius Black se escucha a Dumbledore tararear La Raspa, canción tradicional mexicana, y hay una fuente con águilas devorando serpientes en el patio de entrada del castillo

Recibió 2 nominaciones a los premios Oscar por mejor banda sonora y mejores efectos especiales.


Parc Monceau. Segmento de Paris, Je t’aime

En 2005  Cuarón fue invitado a filmar uno de los 18 cortometrajes que integran la cinta. Junto con otros 17 destacados directores de distintas nacionalidades,  las historias tienen como fondo los diferentes distritos de la ciudad de Paris. Abordan las distintas manifestaciones del amor. Amor filial, amor perdido, amor perverso, amor cruel, amor feliz, son algunas de las variaciones que sobre el tema tratan las historias a través de encuentros, reencuentros, separaciones, etc.

Con una duración de casi cinco minutos, esta filmada en una sola toma continua y sin ‘close ups’. Un hombre mayor y una joven mujer se encuentran y recorren una calle mientras conversan. Al pasar por una tienda de videos, se pueden ver en la ventana varios carteles de películas de otros directores de Paris, je t'aime. Eventualmente se revela que son padre e hija.

martes, 29 de octubre de 2013

Alfonso Cuarón (Parte 1)


Soy fan de Alfonso Cuarón desde que vi su primera película. Les presento un recuento de su trabajo  con algunos comentarios y opiniones.

Vengeance is Mine

Cortometraje de cine negro realizado durante su estancia en  Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), junto a Luis Estrada (La Ley de Herodes, EL Infierno) y Emmanuel Lubezki. Dice la leyenda urbana que el haberlo realizado en inglés, les valió la expulsión de dicha institución.

Solo con tu Pareja

Con guión de su hermano Carlos y personajes construidos impecablemente, fue estrenada en 1991. Es una comedia fresca que toca el tema del SIDA y en la cual Cuarón rehúye hábilmente el mensaje moralista que yo esperaba (la producción recibió patrocinio de CONASIDA).

Destacan las referencias a dos series que fueron fundamentales en la infancia de nuestra generación: Señorita Cometa y Ultraman, así como la pareja de japoneses que se la pasan dando flashazos a diestra y siniestra. En la escena del avión que incluye a un mariachi cantando opera, un luchador enmascarado, una monja y una gallina, se adivina un homenaje al cine surrealista de Luis Buñuel.

Cuarón revela, desde ésta, su Ópera Prima, su destreza para la  puesta en escena, la dirección de actores, así como para rodearse de gente de gran talento. En esta cinta colaboran dos fotógrafos que serían nominados al Oscar por trabajos posteriores: Emmanuel Lubezki, “El Chivo” (La Leyenda del Jinete Sin Cabeza, El Árbol de la Vida) y Rodrigo Prieto (Secreto en la Montaña, Argo).

La Princesita

Su siguiente película, La Princesita (1995), []ganó en el mismo año, el premio de Los Angeles Film Critics Association Awards y estuvo nominada al Oscar al año siguiente por mejor fotografía y mejor dirección artística.

 Basada en la novela A Little Princess de  Frances Hodgson Burnett, es un remake de la película homónima  de  1939 protagonizada por Shirley Temple.

Aquí,  Cuarón nos habla de la fuerza de la amistad, y la magia transformadora de la generosidad y el agradecimiento.

Acompañado otra vez de Emmanuel Lubezki en la fotografía, Cuarón nos muestra aquí su habilidad para la crear atmósferas (la película es visualmente deslumbrante) y para dirigir actores infantiles. La cinta también significó su entrada a las grandes ligas del cine en Hollywood.

Grandes Esperanzas

En su tercera entrega, Grandes Esperanzas (1998), Cuarón dirige otra adaptación literaria, esta vez de la novela homónima de Charles Dickens y se da el lujo de dirigir a grandes estrellas como Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow, Anne Bancroft, Robert De Niro y Hank Azaria.

Cuenta la historia de un joven de clase media baja llamado Finn, quien de niño se enamora de una niña rica llamada Estella a la vez que  la convierte en la inspiración para sus dibujos. En Nueva York  Finn se convierte en un famoso pintor gracias a la ayuda de un misterioso benefactor y lucha por el amor de Estella. Destaca el soundtrack y las tonalidades en verde que utiliza “El Chivo” Lubezki en la fotografía.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Pittsburgh Steelers

Son fan de los Steelers desde el 23 de diciembre de 1972, día de la Inmaculada Recepción. Durante este juego contra los Oakland Riders (el primero que vi, a los 9 años, de este fabuloso deporte) vi a un equipo aguerrido que no se daba por vencido. Como muchos otros, rece para que en esa última jugada ocurriera un milagro. Y no solo presencie el milagro. En ese juego viví también el nacimiento de una dinastía, así como de una de las rivalidades mas excitantes de la NFL.
Desde entonces estoy con mis Steelers hasta la muerte. He vivido sus épocas de gloria, sus malas temporadas y sus reconstrucciones posteriores.
Vivi la vergonzosa derrota ante los acérrimos Dallas Cowboys en el Super Bowl XXX. Sin embargo, lo que esta pasando este año no tiene comparación.
Mi mayor deseo es que sigan como van, para ver si por fin se dan cuenta de que Mike Tomlin fue un error. Tomlin insiste en mantener a Todd Haley como coordinador ofensivo a pesar de que no es secreto para nadie que, en su afán de demostrar el poder que el puesto le confiere, quiere someter a Roethlisberger a un plan de juego que va en contra de sus habilidades naturales. Lo he publicado antes: Tomlin llegó y ganó el Superbowl gracias a la inercia del trabajo de Bill Cowher. Una vez que terminó esa inercia comenzó la tendencia de a donde llevaría al equipo el trabajo de Mike Tomlin. Hoy lo estamos viendo: 7 juegos perdidos de manera consecutiva. El equipo debió quedar en manos de Ken Wisenhunt.  Recuerden que el coordinador ofensivo con Cowher  llevo, en solo un año, a los Arizona Cardinals al Superbowl y si perdieron (ganaban en el ultimo minuto), fue gracias al espíritu aguerrido del equipo, a la Cortina de Acero comandada por el genio Dick LeBeau (Tomlin quería modificar la defensiva, pero recibió la orden de que no la tocara), a una genialidad de Roethlisberger (cuando aun no le ataban las manos) y a la magnífica recepción de Santonio Holmes.
Con todo el dolor de mi corazón de Acero, espero que el equipo siga como va para ver si así por fin echan al inepto Tomlin que, como lo dije una vez, no tiene el genio estratégico de Chuck Noll ni la fuerza motivadora de Bill Cowher. El sello de Tomlin es el actual funcionamiento del equipo: medroso, errático, sin carácter.
El equipo necesita reconstruirse, pero no creo que Mike Tomlin sea el indicado para lograrlo.

martes, 25 de junio de 2013

¿Dios?


Crecí en el seno de una familia católica, apostólica, romana y guadalupana. Hasta los 15 años asistí religiosamente a misa todos los domingos. Como muchos chavos de mi generación, y como buen “ceceachero”, me declaré ateo después de leer a Marx, Engels, Lenin, Bakunin. Mi postura  se reafirmó cuando comencé a leer filosofía.  Años más tarde, decepcionado, rompí totalmente con la religión al enterarme que el sacerdote que profesó la misa de mi primera comunión se casó y tuvo un hijo. Durante mucho tiempo cuestioné como, durante siglos, la iglesia ha utilizado el arte, de suyo emotivo, inspirador y sublime, para promover la religión. ¿Acaso el arrobo que provocan las imágenes es más producto de la percepción del arte que de la fe?

Sin embargo, creyente de la existencia de una energía suprema que escapa a nuestro entendimiento, con los años entendí que la iglesia como institución, poco tiene que ver con la religión y con Dios. Mi reconciliación con esa fuerza superior llego de la mano del agnosticismo.
A partir de lo anterior me volví admirador de Jesucristo. Lo despoje  de su  halo divino y comencé a verlo  como un personaje histórico extraordinario, un hombre adelantado a su tiempo, un revolucionario. He leído la Biblia, más como un gran tratado de humanismo  que desde el enfoque religioso. Intento, a partir de allí, ser fiel seguidor de sus postulados. Asimismo, me volví amante de la arquitectura religiosa, y coleccionista de crucifijos e imágenes de Jesucristo, más por el lado artístico que religioso.

A pesar de todo, y fiel creyente de que la voluntad del hombre todo lo puede, me he mantenido lejos de la fe y de la iglesia. Creo firmemente que lo que hace el hombre fundamentado en la fe, en realidad lo hace por su fuerza de voluntad. Es tanto y tan profundo lo que el hombre ignora de sí mismo, que necesita la fuerza de la fe para hacer lo que sin ella, ni siquiera intentaría.
Como muchas personas he tenido experiencias que me han llevado a cuestionar mi postura. Pero mi mente, excesivamente racional, siempre encuentra una explicación lógica que me mantiene firme en mis creencias.
Una de ellas tuvo lugar hace algunos años. Estaba recostado en la sala viendo la televisión. Cuando sentí que me quedaría dormido, di media vuelta y quede de cara a la pared. Entre sueños sentí como se hundían los cojines  a mi lado, como si alguien se recostara junto a mí. Una ola de emoción indescriptible, seguida de una increíble sensación de paz interior se apoderaron de mi. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue la silueta de Jesucristo, recortada en el respaldo del sofá, iluminada por la luz de la televisión. La explicación que me dio mi mente racional fue que había sido un sueño.

Viví otra experiencia, la más poderosa, el día de ayer. A principios de mayo abrí un pequeño restaurante en una plaza comercial. En los primeros días llegaron unos clientes. Una señora acompañada de dos señores y una jovencita. Les dije que estábamos inaugurando y les di un obsequio. Me felicitaron y desearon suerte. La señora me pregunto que si era católico. Le dije que por educación familiar, pero que por postura personal era agnóstico. A su pregunta de qué significaba eso le respondí que los agnósticos no negamos la existencia de Dios, que creemos que está más allá de nuestro entendimiento. Soy de esos, dijo. Me explicó que la razón de su pregunta era que su hermano le trajo agua bendita del río Jordán  y que le gustaría obsequiarme una poca. Le contesté que por supuesto que la aceptaba y le agradecí el gesto. Días después me llevo una pequeña botella. La guarde y  no pensé hacer nada con ella hasta hace unos días que me visito mi primo Jorge. Si quieres la echamos, dijo. Nos entretuvimos hablando de otras cosas y el asunto quedo olvidado hasta ayer que estuvieron  Lola y Fernanda conmigo. Había sido un mal día y Lola comento que su hermana solía regar agua afuera del local donde vendía ropa para que entraran los clientes
En un arranque (mecánico, carente de fe) tome la botella y puse un poco de agua en mi mano. Salí del local para frotar mis manos y sacudirlas con la idea de salpicar el piso. No sentí que mis manos se humedecieran y entre por más agua. Esta vez puse una cantidad mayor. Regresé a la entrada del local. Otra vez no sentí que se humedecieran mis manos. Entré con la idea de comentarle a Lola que me daba la impresión de que el agua se absorbía. A la mitad del camino sentí como, desde mis manos, se elevó una sensación de intensa emoción que me recorrió los brazos y el pecho. Estalló en mi rostro y me puse a llorar como un niño.

Esta vez mi mente racional no ha encontrado explicación alguna. Sigo en shock. No sé. Quizás es hora de revisar mi sistema de creencias. Quizás es tiempo de dar paso a la fe…

miércoles, 1 de mayo de 2013

Jorge Mauricio Castelan Castro

Hace 8 años, un 27 de abril falleció Jorge Mauricio Castelán  Castro. Con su muerte, no sólo perdí a mi mejor amigo. Perdí un hermano. Fue una de las personas más generosas que he conocido. Íntegro, bondadoso. Compartí con él la lectura (¡aún me debes algunos libros viejo!), viajes (le fascinaba manejar en carretera), la música (más ecléctico él, se molestaba con mis comentarios puristas sobre  comprar discos de los grandes éxitos de The Alan Parsons Project o Beethoven Greatest Hits, cuando para mi cada disco era un concepto  que debía escucharse completo y no en recopilaciones), el cine (en CCH nos íbamos de pinta a los viejos cines Godard y Buñuel que estaban en Satélite), algunas borracheras (como olvidar aquella que sería sólo una cena porque al día siguiente me iba de viaje. Terminamos a las 5 de la mañana y ya sólo me dio tiempo de ir por la familia para no perder el autobús), los conciertos (Pink Floyd, Peter Gabriel, Sting, The Rolling Stones. Tuvimos el privilegio de asistir a los 2 primeros conciertos de U2 en México, antes de que se convirtiera en la parafernalia que es ahora).  El gusto por correr y algunas carreras de 10 Km. (en una, casi fuimos directo del bar a correr. La terminamos).
Su hermano Martín era su mayor orgullo y se esforzaba por hacer que tuviera oportunidades que él no tuvo.
Simpatizante del marxismo desde los viejos días en el CCH Naucalpan,  no pudo evitar indignarse y sentir cierta decepción cuando Martín llegó un día de la escuela a revisar libros, diccionarios. Al cuestionarlo sobre lo que buscaba, Martin le respondió con una pregunta ¿"tu sabes quien fue Carlos Marx"? Jajaja! No puedo olvidar la expresión de su rostro cuando exclamó: ¡cómo es posible que no sepa quien fue Marx!
Ya no hubo tiempo de compartir con él la era de las redes sociales. Nunca perdió su capacidad de asombro ni su curiosidad, así que seguramente estaríamos escribiendo un Blog juntos y twitteando y leyéndonos en Facebook.
Hermano, extraño las largas charlas contigo, llamar la atención en las mesas contiguas de bares y restaurantes por lo profundo y apasionado de éstas (más de una vez fuimos interrumpidos por un "que interesante"), tu humor muy a lo Brozo. Esas noches bohemias escuchando y cantando a Serrat, Víctor Manuel y Ana Belén. A la burguesía socialista como solíamos llamar a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Kansas, Led Zeppelin, y tantos y tantos otros que no me dejan olvidarte, porque son parte de mi cotidianidad.
Debido a mi gran respeto y admiración por él, mi hijo, que es su ahijado, lleva su nombre. Si hoy lo viera, se sentiría muy orgulloso de él.
Escribo esto entre las lágrimas que me provocan su ausencia y las risas al recordar tantas y tantas anécdotas.

Sigue descansando en paz hermano. Aquí, entre los que te amamos y aún te extrañamos, sigues y seguirás viviendo, hasta que llegue el momento de reunirnos.

lunes, 8 de abril de 2013

Nuestros Ancianos



Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
Ingmar Bergman

El domingo, mientras desayunaba, observé una reunión en una de las mesas contiguas que llamó fuertemente mi atención. Eran tres personas. Posteriormente me enteré que hermanos; una pareja en sus 40's y un Anciano (hoy dicen que son personas de la tercera edad. A mi, la palabra Anciano me parece bellísima), de alrededor de 75 años, postrado en silla de ruedas. El centro de atención en la mesa era el anciano. La pareja le hablaba con mucho cariño y, cuando  él hablaba, ambos lo miraban con una atención rayana en la devoción.  Ella le hablaba de lugares, se los detallaba en cuanto a formas, colores, paisajes, luz. En algún momento ella entonó una canción  mirándolo con mucho cariño. El Anciano mantenía en su rostro una expresión de alegría. De felicidad. Pensé que debe ser hermoso llegar a esa edad rodeado de personas así, y me pregunté: cuántos de nuestros Ancianos tienen esa fortuna? Cuántos de mi generación disfrutaremos así de nuestra vejez? Yo, por mi parte, agradezco  la oportunidad de presenciar y disfrutar de  momentos así, en una sociedad donde reina cada vez mas la indiferencia.

domingo, 7 de abril de 2013

Janireth Giuliana


Mujer, irías a ser muda, que Dios te dio esos ojos.

Vicente Huidobro


Hoy, en el lugar al que fui a desayunar,  conocí a una persona de las que se ven pocas veces. La señorita que me atendió es una agradable mujer de enormes ojos negros que hacen juego con su cabello, negrísimo también. Ambas cosas contrastan con su sonrisa blanquísima, igualmente hermosa.
Por qué llamó mi atención? Si tú vas a un parque no te sorprende ver personas paseando a sus perros, o vestidas con pants haciendo ejercicio. A matrimonios paseando o jugando con sus pequeños, o a parejas tomados de la mano, intercambiando caricias y atenciones.  Pero si viéramos en este parque a una persona vestida para esquiar en nieve? O a un tigre? A un oso polar? Que tal a alguien sentado en un escritorio trabajando? Simple, nos llamarían la atención, estarían fuera de lugar; sobresaldrían y desentonarían con el entorno.
Pues bien, lo mismo sucede con Janireth Giuliana. Sobresale de sus compañeras. Tiene una cierta gracia y distinción que no son comunes. Un aire de dignidad  que la hace desentonar, estar fuera de lugar. Hay algo de elegancia en la manera como hace su trabajo. Se agradece que existan personas así y ojalá las hubiera en todas las profesiones. Le comenté que en ocasiones conozco personas o situaciones que me inspiran a escribir sobre ellas. De las que vale la pena dejar registro, aunque las personas jamás lo sepan. Como la de hoy, en la que una señora platicaba con su hermano, anciano ya, con una devoción que pocas veces se ve. Le cantaba y le detallaba lugares que venían a la charla. Personas y situaciones únicas. Como esos hermanos. Como Janireth Giuliana. Yo por mi parte dejare registro aquí de esa charla y le escribiré el poema que le prometí a Janireth Giuliana. Expresarle en palabras lo que ella expresa con su presencia

Felipe Cazals


Tuve la oportunidad de conocer Felipe Cazals en un seminario de directores que cursé hace unos años en el Centro Nacional de las Artes en el cual también participaron Sergio Olhovich y Luis Mandoki, entre otros.

Director de gran influencia y trascendencia, Cazals es autor de una de las cinematografías más polémicas de México.
Nos ha entregado tres de las más importantes cintas del cine mexicano: Canoa y Las Poquianchis (basadas en hechos reales), y El Apando,  que retrata el Palacio de Lecumberri, una de las cárceles  más obscuras del sistema penitenciario  mexicano heredado por Porfirio Díaz; dramas históricos como La Güera Rodríguez sobre María Ignacia Rodríguez de Velasco, personaje de la Independencia de México,  y Su Alteza Serenísima , en la que nos presenta los últimos días del general Antonio López de Santa Ana.  También nos ha contado historias que retratan las debilidades del sistema judicial mexicano como el drama social Los Motivos de Luz y el documental dramatizado Digna… hasta el último aliento sobre la muerte de Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos.
Es, para mí, uno de los directores de los que hay que ver todas sus películas, aunque sean filmes pos ficheras como Burbujas de Amor y Desvestidas y Alborotadas, o populacheras como Rigo es Amor.

En 2006 estrena Las Vueltas del Citrillo (sorprende la actuación de José María Yazpik) drama que se desarrolla en buena parte en la pulquería que da título a la cinta y cuya historia integra elementos de realismo fantástico y realismo mágico. En los diálogos se recurre a expresiones de la época así como a refranes y dichos populares.

En sus últimas dos películas, Cazals nos vuelve a entregar  su cine: gran contenido social e histórico y excelente en la puesta en escena y la dirección de actores. Basadas en personajes históricos que no figuran en la historia oficial. Ambos de la revolución. Ambos jóvenes, y ambos dispuestos a dar su vida por lograr sus objetivos y sus ideales.

En la primera nos narra la  historia de  Chicogrande, personaje encargado de conseguir un médico para  Pancho Villa, herido tras la frustrada invasión a Columbus.
Ayer tuve oportunidad de ver la segunda, El Ciudadano Buelna, basada en la historia de Rafael Buelna, un joven que a los 20 años tomó las armas para pelear contra Porfirio Díaz y, a los 24, enfrentó y apresó a Álvaro Obregón. A diferencia de muchos personajes de la revolución, Buelna luchó también por mantener los ideales de la misma.

Como en Bajo la Metralla, Cazals nos muestra como los movimientos, guerrilleros o sociales,  terminan por corromperse desde adentro y como prevalecen los personajes que  responden a intereses por encima de los que intentan cimentarlos en los ideales y objetivos desde los que surgieron. La Independencia, La Revolución, el 68, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, el CGH y últimamente el yo soy 132. Escojan uno. La historia se repite y nosotros no aprendemos nada.
Así como se extrañan personajes históricos como Rafael  Buelna, también se extrañan directores con el compromiso social de Cazals, que nos entreguen no solo películas de calidad, sino verdaderos documentos cinematográficos e históricos, y no cine palomero dirigido al sentido aspiracional de un público cada vez más adaptado a una sociedad profundamente enferma.